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domingo, 4 de diciembre de 2011

LA FE


LA FE

Cuentan que un alpinista, desesperada por conquistar el Aconcagua, inicio su travesía, después de tantos años de preparación, pero quería la gloria para él solo, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo decidido a llegar a la cima, le obscureció, la noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña ya no se podía ver absolutamente nada.
Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas eran cubiertas por las noches.
Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima se resbaló y se desplomó por los aires.
Caía a una velocidad vertiginosa, solo podía ver veloces manchas cada vez más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad.
Seguía cayendo, y en esos angustiantes momentos pasaron por su mente todos sus gratos y no gratos momentos, de repente sintió un tirón tan fuerte que casi lo parte en dos.
Si como todo alpinista experimentado había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.




En esos momentos de quietud suspendido por los aires no le quedo más que gritar:


“Ayúdame Dios Mío”


De repente una voz grave y profunda de los cielos le contesto:
¿Qué quieres que haga hijo mío?


“Salvamé Dios mío”


¿Realmente Crees que te pueda salvar?


“Por supuesto Señor”


Entonces corta la cuerda que te sostiene


Hubo un momento de silencio y quietud, El hombre se aferró más a la cuerda y reflexiono.


Cuenta el equipo de rescate que el otro día encontraron colgado a un alpinista congelado, muerto, y aferrado con fuerza, con las manos a una cuerda, a tan solo dos metros del suelo.
¿Y tú? ¿Qué tan confiado estas de tu cuerda?
¿Por qué no la sueltas?