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sábado, 27 de agosto de 2011

¿ESCUCHA DIOS NUESTRAS ORACIONES?



¿ESCUCHA DIOS NUESTRAS ORACIONES?


He aquí una observación llamativa: cuando alabamos a Dios o le damos gracias por sus beneficios en general, no estamos preocupados por saber si esta oración le es agradable.
Por el contrario, cuando pedimos, exigimos ver el resultado.
¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo?


¿Estamos convencidos de que nosotros no sabemos pedir como conviene' (Rm 8, 26)?
¿Pedimos a Dios los 'bienes convenientes'?
Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se lo pidamos, pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos está en su libertad.
Por tanto es necesario orar con su Espíritu de libertad, para poder conocer en verdad su deseo.


'No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones' (St 4, 2-3).21 Si pedimos con un corazón dividido, 'adúltero' (St 4,4), Dios no puede escucharnos porque Él quiere nuestro bien, nuestra vida.
¿Pensáis que la Escritura dice en vano: Tiene deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros' (St 4, 5)?
Nuestro Dios está 'celoso' de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor.
Entremos en el deseo de su Espíritu y seremos escuchados: 'No te aflijas si no recibes de Dios inmediatamente lo que pides: es él quien quiere hacerte más bien todavía mediante tu perseverancia en permanecer con él en oración' (Evagrio Póntico).
'Él quiere que nuestro deseo sea probado en la oración.
Así nos dispone para recibir lo que él está dispuesto a darnos' (San Agustín) .


2. La oración es eficaz


La revelación de la oración en la Economía de la salvación enseña que la fe se apoya en la acción de Dios en la historia.
La confianza filial es suscitada por medio de su acción por excelencia: la Pasión y la Resurrección de su Hijo.
La oración cristiana es cooperación con su Providencia y su designio de amor hacia los hombres.


En san Pablo, esta confianza es audaz, basada en la oración del Espíritu en nosotros y en el amor fiel del Padre que nos ha dado a su Hijo único.
La transformación del corazón que ora es la primera respuesta a nuestra petición.


La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz.
Él es su modelo.
Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre,
¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador?


Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro.
Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus Palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre.
Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones.

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